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sábado, 26 de diciembre de 2009

Don Antonio Torraca nos cuenta… Orígenes del barrio La Loma

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Vecino de la ciudad de Lomas del Mirador
Partido de La Matanza, Provincia de Buenos Aires.

Recopilado como Historia Oral
Entrevistado: Don Antonio Torraca, (82 años) vecino originario. Le relata a Francisco Álvarez en el año 2006.



Originada Lomas del Mirador, tras el primer loteo realizado en La Loma, en el año 1909, quince años más tarde llega al mundo Don Antonio Torraca, nacido en el año 1924, en Av. La Plata y Avelino Díaz, frente mismo al mítico estadio-gasómetro de San Lorenzo de Almagro y fanático de dicha camiseta, y desde ese punto de partida la memoria de nuestro destacado vecino nos cuenta:

Vengo a vivir a este barrio a los pocos meses de vida, ya que mi papá había comprado un lote y como pudo comenzó a edificarlo. Así llegamos a la calle Progreso, que hoy es Roque Sáenz Peña, entre 11 de Setiembre que hoy es Cavia y Almagro, que hoy es Melo, y allí nos instalamos, donde todo eso era campo. Entonces las numeraciones para La Loma empezaban en Emilio Castro, que hoy es Av. Mosconi. Años más tarde la numeración se adecuo a lo actual, comenzando la numeración en Av. Rivadavia. En mi cuadra había entonces solo dos casas.

Me acuerdo cuando en 1939 hicieron el pavimento de aquella calle que hoy es Roque Sáenz Peña, y que se hizo con hormigón armado, o sea cemento con entrecruzados de varillas de hierro, y que también así se pavimentaron entonces las calles Cavia, Paso y Larrea. A las demás calles de la zona el pavimento recién les llega casi 30 años más tarde, por 1963, y su calidad es inferior porque no tienen hormigón armado, careciendo de hierro por ser más económico (y que más fácilmente se rompen).
Yo, en aquella época tendría 12 ó 14 años, y recuerdo que mi madre me cocinaba matambre, para vendérselo en sandwiches con un vaso de vino, a los obreros que hacían el pavimento, cobrándoles algo de treinta centavos, y que así me ganaba sesenta a setenta centavos por día, que en ese entonces, casi casi, alcanzaba para comer. Nosotros éramos siete hermanos, pero quién más quién menos algunos trabajábamos.
Estos pavimentos fueron realizados por el Ing. Miguel Angel Brumana, dueño de la empresa pavimentadora que estaba en la calle 25 de Mayo 33, a media cuadra de la Casa de Gobierno.
El costo de la cuota mensual del pavimento era el mismo valor que lo que mi padre ganaba; Entonces él se encargó de cobrar el pavimento a todos los vecinos y, la comisión de ello, cubría nuestra cuota, que luego algunas veces me mandaba a mí, que tenía 15 años, a llevarle el dinero al Ing. Brumana.
Y las calles Roque Sáenz Peña, Paso y Larrea se pavimentaron desde Venancio Flores a Provincias Unidas. Y ya la Av. Mosconi se pavimentó por los años 60.

Acá había un señor, Pedro Bazanetti, que era dueño de muchos lotes, -a quien yo le compré éste donde hoy está mi casa- y mi papá que era comisionista, vendía los lotes de este hombre, en cuotas o al contado y cobraba su comisión por ello. Y me acuerdo que por Mosconi, antes de llegar a San Martín, él tenía más de 50 lotes, y una vez por los años 1938-40 llamaron a una empresa con máquinas para emparejar la calle, que era de tierra, y hacer un remate ofreciéndolos a $ 5 por mes y después a $ 10 por mes y no se vendió casi ninguno, los que recién se vendieron, a partir de 1946.

Recuerdo aún muchas cosas que viví, como cuando íbamos a la Av. Gral. Paz, siendo chico, a pelearme con los chicos de la Capital, que no queríamos que vinieran a buscar a las chicas, a buscar novias a “La Loma”, defendiéndonos entonces con la hondera.
Y entonces la Gral. Paz era así: de ambos lados, de la provincia y de la capital era alto y el medio de la “avenida” era como en un pozo y lleno de pasto, y por allí pasaban los arreos de vacas hacia el Matadero que, mientras pasaban donde podían mordisqueaban la alfalfa, que mucho crecía a los bordes.
También en ese lugar de Provincias Unidas y Gral. Paz había una rotonda y en medio de ella había una herrería de caballos, y por la que yo pasaba todos los días cuando, caminando unas 15 cuadras, iba al colegio de la Capital (años 1934-36), pero no estuvo mucho tiempo y finalmente la sacaron.

Mis juegos de chico... básicamente era lo que era gratis: el fútbol. Yo jugaba al fútbol en la canchita de Quintana entre Liniers, Mosconi y Gral. Paz, (de Don Pedro Bazanetti), hasta que un día nos dijo “Saquen la cancha porque voy a vender el terreno”.
Y estudiaba en la escuela primaria Nacional Nº 78 a la que, porque vieron una laucha por allí, le llamaban “La escuela de los ratones”.

Su terreno abarcaba de lo que hoy es Mosconi y Paso, por Paso hasta la panadería, que hoy es la misma de aquel entonces –con algunas modificaciones, claro- y de Paso unos 25 mts. para el fondo. En una posterior época, esa panadería fue de un hermano mío, que la compró en sociedad con un tal Ricardo Rosa, nacido en la calle Independencia –hoy Alfredo Palacios-

Y a “la 78” fui hasta 4º grado, porque no había más grados acá y para seguir debí pedir pase a la Capital, a la escuela de Cosquín, entre Bragado y Alberdi. Ahí terminé la escuela y después hice el secundario hasta 4º año y dejé, estudiando de noche dactilografía.

También recuerdo que mi papá me daba productos que él trabajaba para que yo vendiese: jabones, estropajos de alambre, trapos de piso, etc. y yo me iba con ello caminando hasta el Parque Olivera –hoy Parque avellaneda- eso representaba caminar de 40 a 50 cuadras por día para poder ganar algún peso, que había mucha pobreza entonces.

Nuestro camino principal hoy lleva el nombre de Av. Juan Manuel de Rosas, pero para quienes crecimos a su vera nunca dejará de ser nuestra querida Avenida Provincias Unidas.
Recuerdo, cuando mi papá me contaba que la empedraron por 1930, que en los laterales había unos zanjones enormes. Y al Sur de la misma, de la vereda en que estaba El Mirador, era todo quintas de verduras hasta cerca de Crovara, cuya mayoría de los quinteros eran italianos y españoles y también algunos argentinos.

Existió, entre los años 1940-60 aproximadamente, un lugar para entretenimientos que se conoció como el Club Alumni: Estaba en la esquina Nor-Oeste, de Provincias Unidas y Gral. Paz, en la mano de enfrente de donde ahora está el Bingo. Era solo un lugar de entretenimiento donde se hacían bailes, se traían grandes orquestas, e incluso de ofrecían peleas de box. No era un club, era simplemente un negocio, al que le habían puesto como algo llamativo, el nombre de aquel legendario club de fútbol de principios de siglo. Y no tenía salón, era solo una pista al aire libre con paredones a su alrededor y que abarcaba por la Gral. Paz, parte de lo que hoy es la terminal de los colectivos 620 y 382, y por Provincias Unidas se extendería unos 40 metros. Fue uno de los primeros lugares donde peleó Lauce, (que cuando era chico vivió en La Loma, a tres cuadras de acá), y una de las primeras peleas que ganó al campeón argentino, por nok-out contra las sogas, fue acá en Alumni.

En la esquina Sud-Oeste de Provincias Unidas y Gral. Paz, esquina opuesta a donde estuvo Alumni, (hoy día la misma esquina de la vereda del Bingo) estaba ya desde los principios de La Loma, el almacen y fonda La Mal Pensada, que pertenecía a Don José Polano. Y entre las travesuras que teníamos de pibes, recuerdo que con algún amigo, nos quedábamos en la puerta cuando entraban los reseros a tomar el vermouth y cuando estos se iban, entrábamos rápido a robarnos los manices que habían quedado en las mesas y nos íbamos corriendo.
Y aunque su nombre fuese algo extrañamente sugerente, no tenía un mal ambiente. Era, en su mayoría, gente grande que se entretenía después del trabajo, jugando a las barajas, tomando una copa, un vermouth y un alto un descanso para los arrieros que iban hacia Mataderos. También allí diariamente solían comer quienes trabajar en la zona.
Era una mezcla de almacén, bar y fonda. Que el almacén estaba separado por una pared, que es donde solían ir las señoras o mandar a los chicos a hacer las compras para la casa, y que por respeto estaba apartado del ambiente de hombres que, como ya dije, jugaban a los naipes y/o tomaban su copa.

En la esquina de Provincias Unidas y lo que hoy es Charcas estaba El Mirador, y su torre también se utilizaba su altura para exhibiciones del tipo circenses. Y allí se juntaba mucha gente, porque por la época era de los muy pocos entretenimientos que había. Aunque a veces no todo salía bien. Una vez desde lo alto y hasta un eucalipto vecino ató un cable de acero por donde se desplazaban trapecistas que trabajaban a la gorra. Una chica que hacía esas pruebas, se ataba su pelo por una argolla y esta pasaba por el cable de acero, o sea que ella pasaba de un lado a otro por el cable sujeta por su pelo, y un día haciendo esto se le arrancó su cuero cabelludo, cayó y se mató.

A finales de los años 20, por Provincias Unidas, del lado Sur, desde Roque Sáenz Peña hacia San Martín, pasando por “El Mirador”, casi todo era quintas de verduras. De este otro lado, del Norte, había una fábrica de jabón, estaba en Pcias. Unidas y Luis María Campos, -calle que hoy se llama Alicia Moreu de Justo- Y estuvo allí hasta que una vez pasó un tornado que abarcó un ancho de unos 50 metros y la agarró de lleno y no quedó nada. Columnas de hierro del 40, de 7 u 8 metros de largo quedaron hechas nudos. El tornado paso, agarró para el lado de Mosconi y desapareció por Gral. Paz. (1)

Don Ángel Della Magdalena fue (junto con su familia) el segundo habitante llegado a La Loma, que lo hizo en el año 1906. El primer arribado fue Don Fernando Tarditi, también con su familia, y quienes se instalaron el la casona del Mirador en 1900.
Y Don Ángel, también viene a compartir un espacio habitacional y comercial e en mismo Mirador, por unos pocos años, instalando un Almacén de Ramos Generales, también llamado El Mirador. Y era decir que se trataba de un comercio que vendía de todo: almacén, bebidas, ropa de trabajo, cuchillos, faroles, herramientas de labranza..., en fin, todo lo que hacía falta entonces para estos sitios que se comenzaban a poblar y que aún era campo; Con lo que, al producirse en primer relate de tierras y llegada de los primeros vecinos, en 1909, El Mirador fue el primer polo comercial para los nuevos vecinos.

Y mi papá, como comisionista, también le llevaba mercadería a Della Maddalena y le traía fiambres de la chanchería de las calles Muñiz y Garay, de la Capital, al lado de la cancha de San Lorenzo, (que a veces iba yo con él). También a Don Pedro Alonso a su almacén que estaba acá en la calle Cavia y Paso, a don Cecilio Vega, gente que vivía aquí en Paso y Melo y que aún el local está, aunque cerrado ya desde hace muchos años.

Me acuerdo que en lo de Della Maddalena no me dejaban entrar en el despacho de bebidas, me quedaba en la puerta, no era lugar para menores. Había mucho respeto y mi papá me traía alguna bebida, un refresco. Y todo era serio en ese entonces, todo tenía su límite y todo tenía su respeto y todo era más sano. Hoy los padres no saben poner los límites y el respeto ha dejado de estar presente.

El primer transporte que yo conocí, de muy chiquito, fue un ómnibus que salía de San Justo y llegaba a Alberdi y Murguiondo y cobraba 10 centavos, creo. Recuerdo tenía una puerta atrás y otra adelante, pero eran “esqueletos”, les daban una patada y se desarmaban solos. Se asemejaban mucho a los tranvías, solo tenían 4 coches, de color amarillo, y una franja roja donde decía “Compañía Alberdi”. Después mucho más no me acuerdo. Hasta que llegaron los colectivos, entre ellos el 49 que salía de San Justo y terminaba con su parada en la Av. Gral. Paz y luego más tarde llegó hasta Caballito, allá por 1949.

Luego llegó la línea 10, La Vecinal de La Matanza (actuales 180 y 155) que venía de San Justo por Provincias Unidas hasta Roque Sáenz Peña, -que era Progreso- tomaba el adoquinado de Venancio Flores hasta doblar por Larrea que ya en Mosconi era de barro y debía pasar al lado de la quinta que llegaba hasta Hernandarias, por allí tenía tramos de una sola mano de mejorado y otros tramos de barro para llegar hasta Roca –en Villa Rebasa- bajaba hasta Díaz Vélez, por donde se cruzaba con el paso de las vacas –y que recién la pavimentaron en 1951- y luego de entraba por Ciudadela por la calle Muñoz hasta llegar a la Gral. Paz en Liniers, donde terminaba.

Más cercano en el tiempo, corria el año 1977, cuando un señor que era hijo de Floren Delbene, se presentó al intendente de La Matanza haciéndole saber que, hacía un par de años había fallecido su padre, el Sr. Vito Donato Sabia, socio de la firma de Jabón Federal, quien había sido un hombre que hizo mucho por el progreso de la zona, por lo que se le ocurrió solicitar la posibilidad de poner su nombre a una calle, y se consideró que como la calle Garibaldi concluía justo en Av. Crovara, contra la fábrica de Jabón Federal, se accedió a su cambio de denominación, colocándose una placa de homenaje frente a la fábrica y pasando esa calle a denominarse Vito Donato Sabia, único testimonio que ha quedado de lo que fuera allí aquella empresa, cuyo triste final fuese unos terrenos arrasados por ambiciosos negocios inmobiliarios que concluyeron con mal resultado. Un difícil lugar donde construir por estar muy arriba las napas freáticas y donde no se respetó debía dejarse en pié el hermoso frente tipo colonial, que ya era considerado histórico por los habitantes del lugar. Habiendo quedado hoy allí solo presente la nada.--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

(1) Nota: Tenemos registrado coincidente con la época y espacio geográfico, el paso de este mismo tornado por el porteño barrio de Villa Luro, donde también causó serios destrozos.

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viernes, 25 de diciembre de 2009

“Barrio Villa Monte Dorrego”




Perteneciente a la ciudad de Lomas del Mirador
Partido de La Matanza, Provincia de Buenos Aires.
Sus límites: Av. San Martín / Av. Gral. Mosconi / Plaza del Cañón / Formosa / Nazca / Av. San Martín-

Recopilado como Historia Oral
Entrevistado: Don Bernardo Grosberg, (edad 85 años) vecino fundacional. Le relata a Francisco Álvarez en enero de 2004.



Corría el año 1947, cuando llegué a La Loma por primera vez, a raíz que don Luis Gurevich nos ofreció vendernos con facilidades su fábrica de pinceles y cerdas de chancho que estaba en Provincias Unidas 1298, esquina Cerrito. Aquella avenida estaba entonces pavimentada con adoquines y bordeada por zanjas, al igual que así estaba también la Av. San Martín.

Como nosotros vivíamos en la ciudad de Buenos Aires en el barrio de La Paternal, veníamos con el colectivo 63 hasta Juan B. Alberdi y Murguiondo y allí tomábamos el colectivo línea 2 que nos dejaba en Prov. Unidas y San Martín (ese colectivo 2 se convirtió en el 162, y que en el 2003 dejó de funcionar definitivamente), y a la hora de almorzar lo hacíamos en “La mal pensada”, que era un bodegón que estaba en Provincias Unidas y la Av. Gral. Paz .

Entonces lo que conocemos como el Monte Dorrego estaba rodeado de eucaliptus y adentro había un edificio taller, donde habían algunos menores internados y algunas máquinas primitivas con las que fabricaban escobas.
Algunos boxeadores, campeones argentinos de la época se entrenaban por aquí, entre ellos recuerdo a Merentino, Calichio y al zurdo Lause.

Sobre la Av. San Martín y Melo había una industria, “La Fluorhidica”, que producían elementos que adquirían las Fuerzas Armadas para elaborar la pólvora. Y quemaban gases que quemaban árboles, plantas, verduras y afectaban de modo directo la salud de los pobladores de una amplia zona, consiguiendo felizmente que, a raíz de las protestas de los vecinos trasladasen su actividad a Boulogne.

Luego, en 1949 conocí a “VILLA MONTE DORREGO”, espacio que va de Provincias Unidas hasta Mosconi (antes Ugarteche), y de Av. San Martín hasta Formosa.
Cuando estaba aquella industria “La Fluorhídica”, a través de ella se había planificado construir cien chalecitos en cinco manzanas que abarcaban la Av. San Martín, Juramento, Cerrito, Moreno y Nazca, sobre terrenos de 10,40 x 30 mts. El sereno era un abuelo de cabello canoso que le llamaban don Juan, y con él estaban su esposa, su hija y nietos. Su yerno era el pintor de la obra, y el Capataz era don Carlos Banchero.

Las primeras casas se terminaron sobre la calle Juramento. (No se por qué, pero dejaban lotes vacíos) A mi me dieron el primer chalecito.
El agua la recibíamos de un tanque levantado sobre la calle Palmar, antes de llegar a Moreno, con una capacidad de 50.000 litros. Se abastecía con una bomba en forma cilíndrica de 1,20 m. y 20 cm. de diámetro, colocada a 60 metros de profundidad.

Para cocinar utilizábamos cocinas a gas de kerosene, que tenían un sistema donde primero se precalentaba encendiendo alcohol de quemar por debajo de un caño que se llamaba “gasificador”, y cuando éste estaba bien caliente, se le daba presión, bombeando a mano (como un inflador de bicicleta), a un tanque lleno de 3 ó 5 litros de kerosén. Este combustible líquido entraba a presión al gasificador, que con el calor convertía en gas, con el cual se alimentaba a 4 mecheros y el horno. Pero, como la presión no era muy constante y el kerosén a veces solía venir “bautizado” (adulterado con agua), no siempre la comida salía bien ni sabía tener buen gusto.

Desde mi casa veía libremente hasta la laguna del Ateneo Don Bosco, que estaba como a 15 cuadras hacia el norte -era todo campo- Y desde la Av. San Martín hacia San Justo, se veía hasta “las vías” del ferrocarril de Haedo a La Plata –otras 15 cuadras también-

Aquello era todo potrero y algunas quintas. La primera que vio lo que sería nuestro refugio fue mi compañera, Marucha. Después trajimos a mi vieja y a mi suegra. Fue decepcionante... ¿Y si se enfermaban, dónde estaba la farmacia?, ¡A 15 cuadras! ¿Y el Hospital Salaberry? ¡En Mataderos! Espero que la camioneta me saque de algún apuro, pensé.

Para la comida no había problema, existían muchas quintas, y cerca. La leche la traía a casa una muchacha que montaba a caballo que, colgado de la cincha, portaba un tarro de 20 litros, le decíamos “La lecherita”.

Alcanzamos a ver varias carreras cuadreras, y las vacas y sus crías pastorearon por allí, ya por poco tiempo; porque todo se loteó rápidamente y comenzó a transformarse en la realidad de este barrio nuestro, que es “VILLA MONTE DORREGO”.

En muy pocos años transformamos aquella villa, levantamos nuestras viviendas, servicios, pavimentos totales, entidades sociales, escuelas, iglesia, bancos, cooperativas...
Pero hoy entramos en una meseta. Sí, es cierto ¿Cómo lo podemos explicar? Veamos: Cuando llegamos nosotros, (1947/ 49) prácticamente faltaba casi todo, y en nueve años se produjo entre los vecinos un despertar, de tal modo, que transformó el yermo en un vergel.

Los vecinos conformamos una comisión y compramos un terreno en Cerrito 2940, y notificamos a la gente del barrio que al próximo sábado habría cine para todos. (En la cuadra de Sambataro, había un señor que alquilaba las películas. El traía su pantalla, nosotros llevábamos los banquitos y el “sol de noche”.) La energía eléctrica la potenciábamos con un generador que nos facilitaba un mecánico y que utilizaba en su taller. Era hermano del ferretero Somoza, de la Av. San Martín.

Y así, casi todos fueron dueños de este sueño colectivo. Y la “Asociación Vecinal Villa Monte Dorrego”, nos fue cobijando a “casi” todos; y digo “casi”, porque siempre abunda gente desconfiada, que demoran en integrarse hasta que no ven las cosas hechas. Como también otros “idealistas”, que ven sus banderas en otras manos, flameando sin masificaciones, y que también se sienten molestos.

Desde los límites de nuestra sociedad, hasta Juramento, había un terreno que el dueño lo parceló para su venta. Yo compré un lote de 10 x 50 mts. En ese potrero se reunían los vecinos a cambiar impresiones. Así, a alguno se le ocurría hacer un asado, y maderas, fuego y carne y de todo se encargaba un pampeano, que era el padre de quien sería el primer presidente: Aristóbulo Borche. Después se hacían picados de fútbol. Hasta que aparecieron dos muchachos, uno era Trusso y el otro Maurelo, y que organizaron los partidos y demás desafíos, hasta que comenzamos a alambrar y a construir.

Junto a nuestra asociación se instaló la Industria TINIGAL, con cuatro lotes por Cerrito y dos por Juramento. Y nos vimos obligados a vivir socialmente dentro del club. Morante era administrativo en una fábrica de papel, y con esa capacidad aquí fue el secretario durante varios años. A través de sus cuñados, cantor uno de ellos –Ordóñez- y el otro productor, conocimos a Don Atahualpa Yupanqui, fue en la casa de Morante, y le devolvimos la visita en una churrasquería famosa de la calle Lavalle.

Con la familia de Atilano Suárez, nos contactamos con su cuñado, “Alberto Ocampo y sus Changos Violineros”, y detrás de este encuentro nació aquí la Peña Folklorica “El fogoncito de Dorrego” apadrinada por Margarita Palacios y Alberto Ocampo. Aquella comisión estuvo integrada por Ana de Suárez., Elena de Suárez, Singer de Grosberg, Elia de Morante, Haydée de Mosca, Ester de Revah, Julia de Zerrizuela, Benita de Sánchez, Nelly de Mónaco y Ester de Chantada. Junto a ellas colaboran sus maridos Morante, Mosca, Mónaco, Suarez y Groosberg, y la profesora de danzas Pilar Bochón. La dirección vocal y musical: Cecilia Zerrizuela, y toda su familia, que trajeron de su provincia la guitarra, el Bombo, los duendes y el alma.

Los carnavales también son parte de la historia de nuestra Villa: Papel picado, pomo, agua, torneos de bailes. El de tango, la milonga, y los valses criollos, estuvieron reservados por tres años consecutivos al matrimonio Espineiras. Vecinos de Moreno y Salala, tenía él la estampa del prototipo porteño.En algunas oportunidades se hizo presente Azucena Maizani “La Ñata Gaucha”, y que era amiga de “la Rubia Mireya”, dueña de la tienda de Cerrito y Mosconi.

En una de esas oportunidades, cuando entregábamos los premios, a la reina y sus princesas, La Maizani nos cantó un hermoso “Mano a mano”, y nuestro vecino Atilano Suárez, se animó a pedirle sacarla a bailar, y a los compases de “La morocha” quedo aquel momento para la eternidad, entre aquellas paredes sin reboque.

Cuando se quiere vivir con dignidad, se trabaja y entonces se progresa. Así al club le fue llegando, la cancha de bochas, dos mesas de ping-pong, el ajedrez... (¿Quién puede no recordar al carpintero Greco y a Roberto Fernández?)... Biblioteca, dominó, cartas. El Jardín de Infantes, con la maestra de la calle Perú, de nombre Estela, que cuando creció el número de inscriptos tuvo la colaboración de una amiga, de Pringles, que estudiaba psicología.

Tuvimos el apoyo de los Doctores Jorge Yolís, Oscar Cafissi, Bernardo Scharoni; Delia Cha, Bernabé Gerchinoren, Juan Berger, Armando Susmano. La Farmacia Marcolín. Chola y Luis Yarmeloski, de la Farmacia Toraizer. En partos a Rosa de Covelli. Dentista Dr. Samuel Wasenstein. Escribanía Figueredo-Cipolla. Abogado Dr. Abel Benítez. El Maestro Mayor de Obras Don Oscar Boracchia, quien llegó a ser Decano de Arquitectura del partido de Morón.

Conformamos la Cooperativa de Pavimentos COIMOND, realizando 74 cuadras dentro de nuestra villa. El Boletín Informativo “NUESTRO BARRIO”, cuyo lema citaba: NUNCA OLVIDES QUE TU VECINO ES EL PARIENTE MAS CERCANO .
También hicimos nacer y crecer a la Cooperativa de Crédito Lomas del Mirador, y que llegó a tener dos filiales, una en San Justo y la otra en Villa Insuperable, y su Boletín Informativo. Una Cooperativa de 2do. Grado dentro de La Matanza (23-04-73). Comisión Coordinadora Cooperativa Interzonal de La Matanza.

Siempre surgen diferencias entre los hombres, pero las instituciones que nacen a la vida para cumplir con una necesidad, deben tener buenos Estatutos y Normas, para su eficaz desenvolvimiento, reconocidas oficialmente y controladas. Los vecinos que se hacen responsables están para cumplir un fin determinado y cuando son las familias que se integran todo es posible!

ZUPAN, la industria del papel corrugado y envases de cartón comenzó a desarrollar su actividad en Pringles y Mosconi, pero fue tan espectacular su desarrollo, que la colectividad eslovena, a través de sus empleados compraron las casas y terrenos que rodeaban la fuente de su actividad. Conocí por dentro a galpones suyos, de algunas hectáreas, cruzando el Camino de Cintura, cerca de “La Candela”, quinta que fue lugar de concentración de Boca Jrs. Por allí nuestro vecino Nicolás Cardarola tenía una quinta que nosotros bautizamos “La viruta”, y la puso a disposición de la Cooperativa de Crédito Lomas del Mirador.

Así, por aquí todos éramos uno: Dirigentes con empleados y sus familiares. Con el tiempo se formaron matrimonios y nuevas familias. También mi hija Mabel formó matrimonio con un empleado. Ahora se habla de solidaridad, pero se la practica muy poco. Hay excesos de punteros que quieren llegar a ser concejales. En las izquierdas no desaparecieron los idealistas, pero a las ideas hay que concretarlas, porque sino se convierten en utopías.

Como había dicho al principio, estamos hoy en una meseta. No se avanza, no se ven inquietudes y si se producen ahí van los palos a la rueda. El “clientelismo” es un mal que achata las ideas, y si no suma votos para alguien no parece necesario avanzar. Por el bien de todos, también tendrá que romperse con esto.

Cuando aquí existieron las grandes necesidades, la solidaridad, la fuerza en común y el empeño siempre estuvo presente. Hoy día, La Loma logró muchos adelantos, gracias al trabajo y sacrificio de aquella gente pionera. Pero, y aún habiendo todavía mucho para hacer, es como si se hubiera entrado en una meseta de lerdo transitar.
Cuando las familias pierden la unidad florece el ego, el individualismo se ubica en los primeros espacios, el corazón debe estar desorientado ¿Habrá perdido la brújula?

A nuestro barrio de Villa Monte Dorrego le llamaban “La península itálica”, porque la mayoría procedían o descendían de allí.
En Av. Mosconi al 1000 vivía la familia De La Vega. Cinco hijos varones y una mujer, los padres y los tíos –9 personas- Habían venido de Los Toldos. La abuela de los muchachos había sido portera de un colegio donde concurría una chica que con el tiempo sería conocida como Evita. El segundo de aquellos hermanos fue su compañero de aula por varios años. Fuimos vecinos durante 29 años. Eran peronistas, pero leían “La Prensa”...! Los editoriales me los leían y luego cambiábamos impresiones. Eran muy respetuosos y cuando yo salía a realizar mi corretaje siempre hubo un De La Vega que se quedaba a cuidar mi negocio.

En la sede de nuestra Cooperativa de Crédito (actual Banco Credicoop), Av. Juan M. de Rosas 1010, en siete (7) oportunidades, Oscar Panno, que fue Campeón Mundial Juvenil de Ajedrez y Miguel Najdorf, que fue Campeón Mundial de Partidas a Ciegas, estuvieron junto a nosotros realizando demostraciones de su capacidad. ¡Qué época! ¡Qué lujo!

En el presente visualizo a tres mujeres: María Rosa Crivelli, a ella la conocí en 1970, era profesora de dibujo y pintura y la invité a realizar certámenes en la Cooperativa de Crédito Lomas del Mirador y cumplió siempre –a las grandes de verdad se las reconoce por su sencillez-

Otra mujer en mi recuerdo es Gloria Giusti, ella colabora en una institución que se llama “Buscando familias para la adopción”. En nuestra filial andaban buscando “La mujer del año” y no la encontraban, y recordé que había pedido licencia porque el Estado le reconoció las condiciones humanas para entregarle en “adopción” la tenencia de cuatro hermanitos, todos juntos, bajo el mismo techo. ¡Qué corazón, Gloria! ¡Y late aquí, en Lomas del Mirador!

La tercera mujer es la Arquitecta María Susana Doti Jameson, siempre presente y bien dispuesta donde la gente bien intencionada de Lomas del Mirador deba ser apoyada y asistida en un proyecto.

Decíamos que hoy estamos como en una meseta. Otras épocas, otras costumbres, otras gentes. Sabemos que tenemos mucha gente joven con mucha capacidad, lamentablemente les debe estar faltando la debida motivación, pero si la descubren “¿Qué se puede? ¡Se puede!” ER